Qué ver en Tokio
La capital de Japón responde a la definición de gran urbe. Decidir que ver en Tokio puede resultarle muy difícil, ya que esta gran metrópoli conjuga como pocas ciudades la tradición y la modernidad, los grandes rascacielos con barrios antiguos, calles comerciales con jardines que se presentan como remansos de paz y mucho más.
Un viaje a Tokio le llevará a conocer la historia de Japón, desde el periodo Edo, en el que se convirtió en la capital del país, pasando por el desarrollo que experimentó en el siglo XX hasta hoy en día, en el que la ciudad sigue manteniendo su avidez de mejorar y seguir asombrando al mundo.
Uno de los primeros monumentos que hay que ver en Tokio es el Santuario Shintoísta de Meiji, un oasis de paz en medio de esta bulliciosa ciudad. Este espacio está situado en un bosque con más de 120.000 árboles que fueron donados por todo el pueblo de Japón cuando se construyó el santuario, en 1921.
Además de este espectacular entorno, el complejo, que está dedicado a los espíritus deificados del emperador Meiji, el primer monarca del Japón moderno, y su mujer, la emperatriz Shoken, cuenta con dos zonas que son dignas de visitar. Por una parte, el Naien es el recinto interior, en el que se encuentran los edificios del santuario, que destacan por los estilos tradicionales de su arquitectura, sobre todo el Museo del Tesoro, que está construido en estilo Azekurazukuri.
Por su parte, el Gaien es el recinto exterior, en el que se encuentran varios complejos deportivos, entre ellos, el Estadio Nacional, lo que le ha valido ser reconocido como uno de los epicentros deportivos de Japón. Además, alberga el Salón Memorial Maiji, donde tuvieron lugar reuniones de los gabinetes de Gobierno y en el que se tomaron importantes decisiones; y el Memorial Meiji, una galería en la que podrá contemplar una grandiosa colección de 80 murales que ilustran la vida del emperador y la emperatriz.
Una de las zonas que no puede dejar de visitar en su viaje a Tokio es el distrito comercial de Ginza, donde podrá encontrar las firmas de moda más importante a nivel internacional y las sedes corporativas de las grandes multinacionales. Deslúmbrese por los letreros luminosos y la vida del distrito de Ginza, uno de los lugares donde se puede ver más claramente la apertura del país a Occidente, eso sí, sin perder sus orígenes.
La siguiente parada en su viaje a Tokio debe ser el barrio de Asakusa, que cuenta con la mayor concentración de edificios antiguos de toda la ciudad. Debido a los bombardeos de la II Guerra Mundial, la mayor parte de las construcciones tradicionales de Tokio fue destruida, pero en Asakusa se conservan varios tradicionales ryokan (casas de huéspedes), viviendas y pequeños edificios de apartamentos que le sorprenderán. Aunque la mayor parte de los tokiotas visten al estilo occidental, en las calles de este tradicional barrio podrá ver a personas que lucen los tradicionales kimonos.
Otro de los grandes atractivos de este barrio es el Templo de Senso-Ji, más conocido como Templo Asakusa Kannon, por la diosa a la que está dedicado. Se trata del templo más antiguo de Tokio –data del año 645- y en él no dejará de admirar sus puertas de entrada, Kamirarimon –Puerta del Trueno, custodiada por los dioses del trueno, Raijin, y del viento, Fujin, y Honzomon –Puerta del Tesoro-, que da acceso al templo. Dentro, podrá contemplar una pagoda de cinco alturas, y el edificio principal, conocido como Hondo, en el que se encuentra una misteriosa estatua de Kannon, que mide tan solo 5 o 6 centímetros de altura, que nunca ha sido mostrada al público.
Desde este recinto, podrá continuar su visita a Tokio por la calle Kakamise, uno de los mayores bazares al aire libre del mundo. A lo largo de las decenas de puestecillos que podrá encontrar en su recorrido, podrá ver numerosos objetos de la cultura tradicional japonesa: desde los populares abanicos hasta ropa y comida típica.
Por último, no puede abandonar la ciudad sin conocer el Palacio Imperial Kokyo, residencia del emperador japonés. El palacio está rodeado por una impresionante muralla y fosos en los que hoy nadan cisnes. Aunque fue destruido por los bombardeos de la II Guerra Mundial, fue reconstruido en 1968 siguiendo el mismo estilo. El interior solo se abre dos veces al año, pero puede disfrutar de un relajante paseo por sus impresionantes jardines.
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